martes, 23 de junio de 2009

Arquitectura marítima de la universidad

Los edificios viejos de la UCA me recuerdan a un barco bien grande donde nunca he estado. Sí, hay mucha grama y caminitos adoquinados por todos lados, pero la impresión constante que me da es la del mar abierto, sobre un barco gigante.


Los edificios A y B son las chimeneas por donde no sale humo a menos que sea época de parciales y estén difíciles. Si uno se queda viendo sólo la parte más alta de esos edificios tubulares, si uno ignora todo lo que hay desde el segundo nivel hacia abajo y aprecia cómo las cirrus uncinus se mueven atrás de los tubos, da la impresión de ir navegando con la cabeza alzada y fija en las chimeneas para no marearse pues, así, se siente como que si sólo son las nubes las que se mueven y no los edificios.


La ilusión es más creíble si uno hace lo anterior desde las terrazas que conectan las aulas B y A; hay que ponerse a la orilla y agarrarse de una baranda para imaginar que es de un barco esa baranda y que nos salva de caer en el Atlántico y no, en el cemento.


¿Qué más? Las aulas magnas.


Esas son, cada una, un barco: con la misma forma básica y pequeñas diferencias. Son barcos siempre anclados en un mar verde como pasto, en un mar desnivelado porque tiene gradas pero no, olas.


Lo curioso es que los tripulantes cambian de barco caminando sobre el mar como Cristo. Salen casi dormidos porque el movimiento quieto de la imperceptible marea los arrulla… ¿o son las palabras de los profesores? Salen, caminan sin mojarse hacia otro barco a dormirse otra vez, a esperar el tiempo pasar, alargarse, terminarse ineludiblemente para siempre.


Los otros edificios no dejan de evocarme el mar, la playa. Predominan las paredes grises de cemento (no de pintura) y las columnas pintadas de azul (no de cemento).


Fantaseo que demuelo las paredes, las desbarato y las hago arena (no polvo), las esparzo en algún lugar con suficiente espacio —como la cancha de fútbol— y la pintura azul se vuelve líquida otra vez y me pinta un mar muy cerca de la playa que he creado. El Sol que ahí cae es el Sol del mar. Los jugadores son veraneantes.


Dejo de fantasear. Camino entre el campus y veo otros edificios que no evocan el mar. A mi lado pasan maniquís de tienda de ropa, las palabras de Monseñor Romero en las panzas de algunos, camisas tipo polo con el logo de la UCA y el viento. A mí lado pasan esas cosas. En medio de ellas paso yo.


Los nuevos edificios son diferentes, son más terrestres, funcionales pero bonitos, también. Ahí la gente se vuelve menos divina y camina sobre la tierra, hablan de fórmulas matemáticas, aplican la filosofía a la computación, tienen antenas en las terrazas, dicen palabras como “despejar”, “pivotear” y “Foussier”. Ahí entra más luz natural. Los baños son más bonitos.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Este es el que mas me ha gustado!

Anaí Sorto dijo...

Me ha gustado mucho. Nunca habría imaginado la "U" de esa manera, y la verdad me causa gracia la forma en que lo ponés. Me gusta mucho tu forma de escribir.

Ciruela-Verde dijo...

mmmm que forma tan rara de ver mundo Javier, definitivamente hechas tu mente a volar. este me gusta mucho por el simple hecho que a la hora de escribir sos vo y solo vos. se refleja tu forma de pensar y todo eso...

Nadie dijo...

Samuel, gracias. A ver qué pensás de las otras entradas de este blog temporal.

Anaí o DASA, qué bueno que te halla causado gracia: esa es la gracia. :)

Claudia o Ciruela-Verde, creo que todos tenemos una manera diferente de ver el mundo. Leyendo tu blog, he tenido una pista de cómo lo ves vos.