domingo, 5 de julio de 2009

Ojalá nunca llegue la mañana

La mañana es molesta. Aunque alguien opine lo contrario, lo es. Tiene mucha luz, mucho Sol. Cuando llueve, tiene mucha lluvia y muchísimos bostezos. Gracias, Zeus y Krishna, porque tengo clases en la mañana —cuando no las suspenden como en esta semana—, si no, dormiría toda la mañana hasta que se hiciera medio día y el Sol disparara su calor directamente hasta el techo de mi cuarto.


La tarde es aceptable, sobre todo después de las cuatro, cuando el Sol va perdiendo fuerza, va opacándose y opacando todo lo que me rodea. Mis amigos se opacan, las calles negras ya no brillan, los árboles se opacan, los girasoles se duermen.


Es en la tarde que he visto los colores más hermosos de la naturaleza. Despidiéndose, el Sol pinta las nubes de dorado, anaranjado, casi morado. Y las nubes se me presentan como otras cosas, como si no fueran nubes y se vuelven más grandes que una ballena: son ballenas de colores flotando lentamente en el mar del cielo, sobre los hombres que no las percibimos, sobre los edificios.


Agarrada de las colas de las ballenas, lenta, llega la noche, un poco pálida al inicio. Mientras más estrellas le brotan va llenándose de fuerza y llega una hora en que se vuelve la cosa más negra del mundo. Es en este instante donde me siento mejor, donde puedo disfrutar del silencio que se me niega de día.


Me desplazo de un lado al otro de la casa de noche. Mi papá está dormido. Es en este momento donde puedo sacar mis poemas más secretos y pensar, desarrollar ideas a realizar en veinte años, en quince días, mañana. Es en la noche donde puedo quedarme quieto dentro de mi pelo y ver las sombras que crean la luz del televisor y del monitor de la computadora sobre los sillones, las mesas, la ropa tirada, las telarañas.


Luego de las doce, la noche cambia de nombre y se vuelve madrugada. Afuera de mi casa matan a la gente, los indigentes se mueren y los perros, también. Yo escucho las sirenas, a veces, gritos; yo he aprendido a que eso no me altere y lo tomo como si algo cotidiano fuera, porque lo es. Casi a las dos —a veces a las cuatro—, me comienzan a pesar los párpados porque estar a treinta centímetros de un monitor cansa. Es entonces cuando me voy a la cama, me envuelvo entre la sábana. Ojalá nunca llegue la mañana.


4 comentarios:

♥Gaby♥ dijo...

Me gusta mucho tu blog!=P. Bueno a mi también me gusta la noche pero la mañana, cuando no andas con sueño, es mejor. La tarde no me gusta mucho calorxD... En fin está chivo tu texto!

Rebeca dijo...

Aw! Jaja!... Romántico, chavo u.u... Sigh, to be honest, sunsets were one of the first things I falled in love with when I was still a child, sniffle u.u... I should see sunsets in the same way as I used to when I was like 12 :)

Y bueno, eso lo sabemos muy bien vos y yo... !La noche es lo mejor!
(iiiihhh 'bro')

Ciro Martínez dijo...

Me gusta mucho tu blog, muy buenas puntuaciones, se nota que lees mucho. A mi si me gusta la mañana, lo que odio es el medio día, el calor que sofoca, la tarde es agradable, si hace frío y se tiene un buen cigarro.

Nadie dijo...

Gracias, Gaby -otra vez-, y sí concuerdo: el calor no es bueno, sólo en la playa.

Te imagino como la monita CiCi, la 'm17 -ojos grandes y brillantes casi llorando-, viendo el atardecer a los 12.

Ciro, concuerdo con todo menos con el cigarro. Aunque soy fumador pasivo porque todos a mi alrededor fuman. Me sale más barato el vicio, por lo menos.