1:50 p.m. Estoy frente al portón de
Aparentemente, en El Salvador ya es normal que los eventos empiecen tarde. Me siento a leer "Cien Años de Soledad" de Gabriel García Márquez mientras pasa el tiempo y a los pocos minutos (a los años, en el libro), pasa un señor que trabaja ahí y me pregunta:
- ¿Y usté es poeta?
- Eh… sí (En esa época no me daba pena decirlo).
- ¿Y ha escrito libros?
- Mmm… sí… pero no me han publicado.
- Ah, ¿y usté sabe qué va’ber aquí? ¡Es que com’uno no sabe!
- Va a haber una lectura del Encuentro Internacional de Poetas. Supuestamente iba a comenzar a las dos.
- Sí, ¿verdá?
Ambos sonreímos. Se va.
Sigo sentado, viendo pasar gente. De repente pasan frente a mí varias bolsas con recipientes desechables con comida llevados por unas señoras uniformadas, trabajadoras de una pequeña cadena de restaurantes cuya especialidad es el pavo. ¡A saber para qué serán!
2:22 p.m. Llega un microbús con un grupo pequeño de personas. ¡Al fin! Son los poetas. Pasan frente a mí y un par que me conoce me saluda. Me preguntan que si voy a leer (¡qué tonto! no ando mis poemas para haber aprovechado); quizá piensan que soy invitado oficial del encuentro. Les digo que sólo estoy de público; luego, subimos a la segunda planta y veo que se dirigen a una sala de reuniones. Me siento fuera de lugar, algo incómodo, y les digo, otra vez, que sólo estoy de oyente, pero alguien de
Me doy cuenta, entonces, que esta lectura está destinada a los trabajadores de
En la sala están Coral Bracho y Guadalupe Elizald de México, Montserrat Doucet de España, Wingston González de Guatemala, algunos miembros de la Fundación Metáfora y colaboradores que ayudan en el evento. También estamos Luis Alvarenga, director de la DPI, y yo. Pero ¿dónde están Leonardo Ruiz Tirado de Venezuela y Jorge Galán y André Cruchaga de El Salvador? La lista de poetas que apareció en el programa para esta lectura es diferente de la de quienes están. Falta de rigor ¡otra vez! Es lamentable que ni siquiera un poeta nacional se presentara.
Luis Alvarenga relata muy brevemente sobre la historia de
Un momento después, en la misma sala, me doy cuenta que la tardanza de poco menos de media hora había sido porque los poetas estaban llegando de Aguilares donde habían estado desde el lunes, según me dijo una colaboradora; tuvieron jornadas exhaustivas y Guadalupe Elizalde se disculpa por la tardanza, pero explica que el cuerpo tiene un límite y que les ha tocado pesado porque la gente les exige, pero que eso es bueno.
3:00 p.m. En otro cuarto en la segunda planta, han dispuesto sillas para el público y una mesa al frente para los poetas. Estamos rodeados de máquinas para hacer libros. Llegan poco a poco algunos empleados de
Termina de leer Wingston González, el más joven de la mesa. En medio de uno de sus poemas alguien que está hasta atrás se sale expresando su disgusto por lo que el poeta guatemalteco lee, posiblemente se siente insultado. Pero, en fin, aplauden y algunos sonríen con una tristeza monótona de empleado público en la tarde, ya casi a la hora de irse a su casa.
¡Qué calor! El sonido del ventilador nos llega al oído izquierdo. Ya todos los poetas han leído sus poemas tan diversos como sus formas y temáticas, como diversos sus acentos. Es el momento de la participación del público y, para romper el hielo, Guadalupe Elizalde pregunta a los empleados que si ellos, que hacen libros, leían alguna vez; que si no les daba curiosidad saber qué dice eso que están produciendo. Las tímidas respuestas no tardaron tanto en surgir:
- Nunca había presenciado un evento de esta naturaleza aquí en
Luego, otras dos personas participan, todas satisfechas con lo que había pasado.
Aparentemente, los poetas logran calar en algunos asistentes. ¿Qué tan cierto será esto? Es difícil saberlo por las caras casi inexpresivas.
El Director de
4:00 p.m. Decido escapar rápidamente pues ya es tarde, renuncio a mi extraña suerte y no me quedo al recorrido. Ahí quedan los poetas. Ahí quedan los trabajadores de
3 comentarios:
Este no lo va a comentar nadie porque es el más largo.
Bien dicho
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